Experiencia de un viaje relámpago...
Así fue, un viaje vertiginoso... siempre corriendo, pero que mereció la pena. El viernes 26 de marzo, tocaba madrugar para llevar a la práctica la idea original del amigo Isidro, que tras una buena dedicatoria de tiempo a través de Internet a finales del año pasado, ambos decidimos marcar en el calendario 2011. Jugando con tiempo, los billetes de vuelo y Ryanair ofrecen oportunidades económicas inimaginables y es curioso pensar que por el precio de irte a Lanzarote, te puedes ir a Francia; así que, estas jugadas, hay que finalizarlas en gol...
Pues como decía, a quien madruga... Dios le ayuda... y con dos vuelos, guagua y metro, después de 12 horitas nos presentamos en la Torre Eiffel; para recoger nuestros dorsales, eso sí, impresionados por la belleza en la noche parisina de esa alumbrada... figura arquitectónica de su creador Gustave Eiffel.
Rápidamente, cena... ( esto si fue caro, aquí si hay que afinar donde nos metemos a comer... ya que la sangría puede dañar seriamente la economía de viaje, je, je ). Con la misma, vuelta al hotel, ducha, dejar todo preparado y a descansar lo que se pueda...
Amanece el 27 de marzo y como una exhalación al buffet del hotel, no hay que hacerle ascos a nada y a llenar bien las reservas para el viaje que nos aguarda. Sin darnos mucho margen, la rutina del metro y posterior enlace con el tren que me llevaría a Versalles. Aquí mi camino y el de Isidro se separarían, un abrazo y hasta pronto; Isidro había elegido la ruta más larga de 80 kms, quedándome yo con la de 50... sabia decisión, después de la Trans...
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